lunes, 28 de mayo de 2012

Visita a BioCultura: Reflexión

El 6 de mayo fui a visitar BioCultura, en el Palau Sant Jordi de Barcelona. Siempre es interesante chafardear los nuevos productos (y no tan nuevos), aprender, conocer gente… Este tipo de ferias suele dejarme un sabor agridulce, porque veo quien se cuelga la etiqueta de ecológico y luego hace burradas (medioambientalmente hablando), y casi siempre me llevo alguna reflexión para casa.

Hoy quiero compartir la reflexión que surgió de esta feria, del buen hacer que vi  y de cómo lo que observé a continuación me hizo pensar en lo absurdo que tal vez haya sido el esfuerzo hecho por los paradistas.

Pues estaba yo ese domingo a las 3 de la tarde, comiéndome un menú vegetariano “eco” en un patio interior del recinto después de haber elegido entre montones de opciones y hacer una buena cola, cuando me fijé en el plato y los cubiertos que me habían dado, y en los de los demás visitantes que habían comprado en diferentes paradas. Lo que vi me sorprendió muy agradablemente: todos los platos eran de cartón reciclado o compostables, los cubiertos eran compostables o biodegradables, y la mayoría de los vasos eran de papel. ¡Por fin se habían puesto a ser sostenibles de verdad!
Pues bien, me estaba yo mirando mi cuchara de postre, en apariencia una cuchara de plástico blanco bastante normal pero que al darle la vuelta ves escrito claramente en el mango “COMPOSTABLE”, cuando me pregunté: ¿y la gente ya sabe dónde tiene que tirarla? ¿Se mirará la gente el mango de la cuchara o el culo del plato o el vaso antes de ir al punto de reciclaje a tirar cada cosa en su sitio?

Levanté la vista hacia las papeleras de reciclaje, ordenaditas todas a un lado del patio: verde, marrón, amarillo y azul. (Donde vivo, esos colores se corresponden con las fracciones de vidrio, materia orgánica, envases -plásticos, latas y tetra-bricks- y papel/cartón, respectivamente) Como decía, levanto la vista hacia las papeleras, y ahí estaba la respuesta: Un chico había acabado su fantástico y 100% sostenible menú vegetariano ecológico en vajilla compostable y tal y como llega a las papeleras, vacía los restos de comida a la papelera marrón –hasta ahí, bien-, acto seguido lanza el plato y los cubiertos a la amarilla y, estirando el brazo, la servilleta sucia a la azul.
Flipé. Reí por lo absurdo que me resultaba. Me repuse, y pensé. Ese chico, como todas las demás personas que hicieron lo mismo que él, estaba en una feria de productos ecológicos, por lo que se le supone cierta sensibilidad/conocimientos respecto al tema. De hecho, actuó de manera muy “ecológica”: no lo tiró todo junto a la misma papelera (¡cosa que, paradójicamente, habría sido lo correcto en esta ocasión! En la papelera de materia orgánica, claro) sino que se fijó en lo que tenía en la mano y tomó una decisión. Pero se equivocó. Y como él, mucha gente, ya que al levantarme a tirar lo mío, vi que el contenido de las papeleras no correspondía para nada con lo que deberían contener. Me pregunto: ¿es falta de conciencia ambiental? ¿Falta de información, o de interés?
Yo sé que existen los cubiertos compostables, y por eso me fijo si estoy en un sitio donde se supone que se preocupan por el medio ambiente. Y sé que una servilleta manchada de restos de comida también va a materia orgánica. ¿Qué falta para que el resto de personas, aunque sólo sean las del tipo que van a una feria de productos ecológicos, también lo sepa?
Y desde luego, si esas personas con cierto interés o sensibilidad por temas ambientales no saben estas cosas, ¿cómo lo van a saber las personas a las que no les interesa? ¿Tiene sentido promover el uso de vajilla compostable si luego acabará, en el mejor de los casos, en la planta de reciclaje de plásticos?

En cualquier caso, parece que la intención es buena, pero aún queda mucho por hacer

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